miércoles, 26 de noviembre de 2008

La ventana


Los jóvenes de la República del Olvido decidieron desvelar los misterios que arropaban la leyenda, y marcharon en masa hacia la ventana. Querían abrirla para conocer las cosas ocultas detrás de ella. Emprendieron el viaje armados con libros, palabras y consignas. Los más pequeños llevaron piedras dentro de los bolsillos. Estaban confundidos porque los adultos nunca supieron explicarles con exactitud el origen del enorme monumento. Algunos decían que la ventana apareció en el horizonte el mismo día de la Independencia Nacional. “Es el regalo de Dios para los pueblos libres”, explicaban los de la escuela. Otros se la pasaban diciendo que si fuese abierta entrarían nuevas y resplandecientes luces. “Valles, ríos y montañas se sumarían al mar y al cielo en una interminable producción de riquezas, repartidas entre todos los ciudadanos. Las aves y las personas se unirían en un canto. La apertura traería cambios radicales al orden establecido. Los sueños del pueblo jamás volverían a fallecer sin antes ser conquistados. Y el tamaño del pensar y el espíritu de las personas aumentaría. Un grupo de idealistas creyó que La Ventana se abriría con un sacrifi cio colectivo. Pero los realistas los contradijeron, asegurando que esa acción consumiría a la comunidad. “Aún no estamos preparados para hacer un sacrifi cio como ése”, decían en los medios de comunicación. Fue así como la República pasó 164 años sin atreverse a quitar la cerradura de la ventana. La historia de su procedencia y el objetivo de su aparición se convirtieron en una leyenda contada de diferentes maneras. Por eso los jóvenes no conocían con certeza su pasado y vivían agobiados por la incertidumbre del futuro. Se cansaron de no tener memoria y salieron hacia el horizonte, al lugar donde se levantaba el monumento. La caminata dejó boquiabiertos a iglesias, cuarteles policiales, universidades, dueños de empresas y al Gobierno. Los muchachos y las muchachas caminaban vociferando consignas en un idioma que los adultos olvidaron. Sus pasos se detuvieron al llegar a la ventana. De inmediato, el primer grupo comenzó a bombardearla con palabras bonitas, sin conseguir alcanzar la cerradura. Los que llevaron piedras en los bolsillos atacaron durante horas y el monumento permanecía inalterable. El cansancio ya hacía de las suyas cuando un tal Paquito se puso al frente de la multitud y disparó un libro. El proyectil alcanzó la cerradura, pero no la abrió, sino que rompió en miles pedazos La Ventana. Por la abertura entró una gran luz. Y los jóvenes vieron la aparición de nuevos mundos, nuevas ideas y nuevas canciones. La leyenda era cierta. Por Jhonatan Liriano. Ilustración: fuente externa.

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