lunes, 22 de noviembre de 2010

Freddy fue acompañado por el pueblo que lo amó

El sol del domingo gris comenzaba a esconderse cuando el cuerpo de Freddy Beras Goico bajó a la tierra, con sus setenta años recién cumplidos.  Estaba rodeado de los rostros tristes de sus familiares y amigos, y de los murmullos del pueblo que lo escoltó hasta el cementerio, mojado de lluvia, y de llanto. La gente lo lloraba como se llora a los héroes.

Padre, pediste que siempre te recordemos con una sonrisa en el rostro, pero hoy no podemos. Será otro día”, dijo su hijo Giancarlo al despedirse por última vez del humorista, compositor, productor de televisión y crítico social que sembró alegría, transparencia y esperanza cristiana en todos los rincones de la República.
Los viejos compañeros de trabajo  de “El Gordo”, artistas del escenario, quedaron en silencio. Felipe Polanco (Boruga) mordía sus labios, como tragando palabras, mientras la mirada de Cuquín Victoria divagaba por las anchuras del camposanto. Eran las 5:00 de la tarde. Y parecía que Freddy no cabía en un discurso.

Gracias por dejar a tu familia y a todo el pueblo dominicano la responsabilidad de seguir tus pasos".
Giancarlo Beras Mejía hijo de Freddy Beras Goico

Pilar, su viuda, recibió sin sobresaltos los abrazos y las condolencias de los cercanos, hasta que José Antonio Rodríguez sacó música a un piano para cantar la canción que Beras Goico pedía en cada cumpleaños, aquella que dice “te sigo queriendo como el primer día, con esta alegría con que voy viviendo. Más que en el relevo de las cosas idas, en la expectativa de los logros nuevos”.
Esos versos de Alberto Cortez provocaron que nuevas y abundantes lágrimas se sumaran a la humedad de la lluviosa y fría tarde. Y que los presentes apenas tuvieran fuerzas para tararearle al fallecido artista el “Amor Eterno” que, a modo de despedida, sonó en el fondo: “Amor eterno e inolvidable. Tarde o temprano estaré contigo para seguir amándonos”.

Escoltado por el pueblo
Los restos sin vida de Freddy Beras Goico salieron de la capilla “E” de la Funeraria Blandino, en la avenida Abraham Lincoln, hacia los estudios de Color Visión, su último espacio de trabajo. A pies, en bicicletas, en motores, carros, camiones y camionetas el pueblo humilde se convirtió caravana.

“Nosotros somos de San Carlos. Buscamos nuestras bicicletas y nos organizamos para acompañar a Freddy, porque ha sido un ejemplo para todas nuestras familias. Para rendirle homenaje a él,  vale la pena hacer cualquier sacrificio. Fue un hombre del pueblo”, dijo Euralio Hernández, quien encabezó el grupo de ciclistas que hizo el recorrido desde la funeraria hasta el kilómetro 22 de la autopista Duarte, a la altura del Cementerio Puerta del Cielo.

Al rayar la tarde, el paso del féretro se hacía cada vez más lento, porque cientos de dominicanos y dominicanas salían a dar un último adiós a Beras Goico, sin importar la intensidad del aguacero que arropaba a Santo Domingo. Desde las aceras, mujeres, hombres y niños dejaban mezclar sus lágrimas con el agua caída de las nubes.
“Freddy, querido, el pueblo está contigo. Freddy, querido, el pueblo está dolido”, coreaba la multitud que se desplegó a todo lo largo de la Duarte, como si la frase hubiese sido ensayada con varios días de antelación. 

El camino a la tumba se llenó de flores, confites y carteles marcados con palabras de amor,  agradecimiento y respeto por un dominicano “honesto”, “trabajador”, “justo”, “sincero”, “generoso” y “combativo”, que se convirtió en héroe y leyenda antes de ser alcanzado por la muerte.
Así, sumergido en un mar de pueblo, “El Gordo” llegó a su última morada. Según la fe cristiana que tanto profesó, sus bromas y sus justas rabietas deberán pasar a ese escenario de Dios llamado cielo.

 LA TELEVISIÓN NACIONAL LE RINDIÓ UN HOMENAJE
En cadena nacional, las cámaras de televisión siguieron el féretro con los restos mortales de Freddy Beras Goico hasta el fondo de la fosa. De inmediato voltearon hacia arriba y buscaron el cielo hasta perderse en él. Las pantallas del país presentaron, entonces, la imagen de “El Gordo de la Semana” mientras era cubierta por una sombra expansiva parecida a la muerte. Así, durante un minuto, los principales canales de televisión de la República se ennegrecieron en honor al actor, libretista, compositor, cantante y productor que revolucionó la pantalla chica.

Por primera vez una persona pública recibe un homenaje de silencio que supera a la palabra, y anuncia colectivo dolor e incertidumbre.

Beras Goico (1940-2010) ya es considerado como uno de los padres de la comunicación dominicana. Bajo su dirección se formaron los hombres y mujeres que hoy lideran los medios audiovisuales de la nación. Para despedirlo, presentadores, periodistas, locutores, actores, cantantes, bailarines, y productores se juntaron en el Cementerio Puerta del Cielo. Allí escucharon el documento que Freddy escribió hace 25 años para explicar las únicas preocupaciones que veía en la muerte: “Tan sólo me preocupa que cuando me despida de mis días agotados, y ya descanse en paz, no haber sido ventisca que pasa y nada más, ni huracán indolente, arrogante y voraz.
Que yo haya sido brisa portadora de polen, que hayan nacido rosas por mi lento soplar. Tan sólo me preocupa, si me sorprende el viaje, no lamentarme nada cuando no pueda hablar. Que mis ojos se cierren cuando les de la gana, y en mi conciencia no haya nada que lamentar”.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¡Qué no maten a los vendedores de flores, Presidente!

El Vendedor de Flores, www.oceansbridge.com
El muchacho caminaba por las calles de Santiago cuando los policías lo llamaron a revisión. No se detuvo. Entonces los policías dispararon. Y él cayó al suelo,  muerto.

Algunas personas que presenciaron la acción de la fuerza pública aseguran que el hombre de 24 años era un vendedor de flores, de esos que recorren de arriba a abajo la calle El Sol ofertando los nombres, los colores y hasta los olores de diferentes ramilletes de florecitas, según contó el reportero que cubrió el caso. 


Aunque reconozco que la Policía tiene que  estar pendiente de mantener el orden público, pienso que los agentes no deben matar a los vendedores de flores así por así. 


Estos comerciantes están entre los pocos ciudadanos de esta República de las Maravillas que todavía abren la boca para vociferar bellezas en las primeras horas de la mañana, y en las mejores esquinas de la tarde.

Hago un llamado al Presidente Leonel Fernández para que decrete una orden de “no disparo contra los vendedores de flores”. 


El Gobierno no puede permitir que la imposición del orden convierta en víctimas a los hombres y mujeres que se ganan la vida con rosas, claveles, lirios y gladiolos.

Sin flores, nuestras calles serían más tristes y violentas.

¡Qué la Policía no mate a otro vendedor de flores!

Paquito

lunes, 8 de noviembre de 2010

Educación da Poder

Imagen tomada de blog.fotocommunity.net
La educación es acceso al poder. Es el desarrollo de las habilidades de la persona, y la adquisición de las herramientas que le permiten comprender y enfrentar las circunstancias sociales y naturales de su tiempo.

Sin educación el genio humano queda sepultado bajo las acciones desorganizadas e impulsivas del instinto.

Quienes conocen acostumbran tomar las decisiones más convenientes. Quienes no conocen se mueven en el ámbito de la incertidumbre, y de la incertidumbre pasan al miedo, que es el terreno donde los viles imponen las cadenas de la dependencia.

Fueron los hombres y mujeres mejor educados de Francia los que presentaron e impusieron las ideas que cambiaron el curso de la historia  durante la Revolución de 1789. Los países pobres de Asia que a finales del siglo pasado dieron más importancia a la educación hoy son ricos e indispensables actores del mercado mundial.

En Latinoamérica, Chile, Argentina y Brasil están entre los más cercanos ejemplos de aplicación de esta fórmula que no falla.

Y si no falla ¿por qué un país pequeño y vulnerable como República Dominicana no termina de asumir la educación como la respuesta a sus principales problemas?  Sencillo. La educación es poder, y el poder no se pide ni se regala. Se construye o se toma.

Los grupos que manejan las estructuras del Estado no necesitan una población mejor educada, porque sería una población más exigente, más atenta a las andanzas de sus representantes, que no iría a las urnas electorales motivada por una botella de ron ni por una funda de alimentos del programa de Asistencia Social de la Presidencia.

La educación mejora la condición humana, pero sus resultados no son tan concretos como las carreteras, los puentes y los elevados que suelen presentarse en las campañas. No es un árbol que dé frutos a corto plazo, como los preferidos por los oportunistas que  abundan en el sistema de partidos de esta República de las Maravillas.

Nuestros gobernantes, caudillos sin caballos ni revólveres, no dedicarán sus mejores esfuerzos al sector educativo mientras tengan que saciar el hambre de sus organizaciones, de los partidos aliados, de la deuda externa y los organismos internacionales, y la suya propia. En esta lógica, el poder no se mantiene haciendo lo correcto, sino lo que es conveniente.

Por estas y otras tantas razones, la entrega de mayores recursos al sector educativo no será una decisión de la clase política nacional. Será una imposición de la ciudadanía consciente.

La gente tendrá que buscar la forma de obligar a que sus representantes  prioricen la inversión en la fórmula que siempre trae el desarrollo de la mayoría como beneficio. La educación es distribución de poder.  

Por Jhonatan Liriano

domingo, 24 de octubre de 2010

La Resistencia


















La resistencia, a veces, parece desaliño,
muchacha sin labial,
y poco en los bolsillos.

Los resistentes, aislados, parecen la derrota,
hombre sin peldaños
o par de alas rotas.

Resistir, en el fondo, resulta ser muy triste
si calla su alegría
el ser que se resiste.

En cambio, si comparte sus hondas esperanzas,
demuestra que este mundo
es algo más que nada.

La resistencia, siempre, implica compromiso.
Es flor, amigos, gente,
respeto por lo vivo.

Los resistentes, juntos, ponen ladrillo al sueño.
Construyen el futuro
con un presente bueno.

Resistir, sin duda, es un enfrentamiento
con montes de egoísmo,
con viles monumentos.

Jhonatan Liriano
Foto: maxxximo.com

El Negrito del polvorín

Armados con fusiles, los guardias le temían. Bastaba nombrarlo para despertar imágenes terroríficas entre los batallones de la base aérea de San Isidro, sede de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD). El Negrito de los Polvorines no tenía más de cinco pies de estatura, y siempre vestía atuendo militar. Los detalles de su rostro todavía son desconocidos.

“Pasaba como marchando por los puestos 9 y 12. Era prieto y bajito. El guardia que se atrevía a apuntarle con el fusil aparecía golpeado y sin arma. Fueron muchos los que llegaron al hospital (Doctor Ramón de Lara) diciendo que él se les apareció”, cuenta Juan José Concepción, miembro de la FAD desde 1956 hasta 1964. Para aquel tiempo todos los reclutas hablaban de las andanzas de El Negrito, y trataban de zafarse de que los superiores los enviaran a vigilar los puestos cercanos al polvorín, lugar de almacenamiento de las armas, municiones y vehículos especiales de las Fuerzas Armadas. Por allí, entre los montes tupidos, sobre los caminos cubiertos de hojarasca, se movía el pequeño espectro.

“Lo vi dos veces. Pasó derechito frente a mi puesto, pero yo me quedé tranquilo para no buscarme problema”, dice Concepción mientras rebusca entre las escenas nocturnas que nunca abandonan su memoria.

Desde los años 50 hasta finales de los 90 El Negrito de los Polvorines no solo llenó de miedo los cuarteles de la FAD, sino que se metió a las casas de los tres barrios para alistados de la base aérea. Las andanzas del personaje formaban parte de las conversaciones de muchos niños, jóvenes y adolescentes que no salían a la calle después de las 9:00 de la noche por temor a la existencia de El Negrito.
“A un amigo mío lo llamaron de los montes. Él fue, como hipnotizado, y regresó lleno de arañazos y moretones. En la calle dijeron que fue un castigo por portarse mal”, cuenta el joven Henry Martínez, miembro de una generación acosada por el mito.

Origen y permanencia
Juan José Concepción, como otros tantos ex militares de San Isidro, cree que El Negrito de los Polvorines era un bacá (espíritu diabólico que sirve a una persona) del general Marmolejos, y que estaba dedicado a proteger el ganado y las plantaciones que el alto oficial tenía dentro de la base. Promoviendo el miedo entre los guardias, Marmolejos supuestamente evitaba el robo nocturno de sus propiedades. En San Isidro también ha circulado la versión de que el pequeño hombre fue un militar importante que el dictador Rafael Leónidas Trujillo mandó a enterrar vivo. Su espíritu angustiado desandaba o  aún desanda para compartir el dolor con otros uniformados.

Las dos versiones permiten que en la comunidad algunos guardias pensionados mantengan la imagen de El Negrito de los Polvorines como parte de sus historias personales, mientras una generación de adultos más jóvenes lo recuerda como el mito que marcó con miedo su niñez. En este paraje no es difícil encontrarse con los testimonios sobre el tema. Basta acercarse a uno de los cientos de militares retirados que viven en la zona. De una u otra forma, la mayoría conoce al personaje.

LUGAR DE APARICIÓN
La base aérea de San Isidro se ubica en el extremo oriental del municipio Santo Domingo Este. Además del principal complejo militar de la Fuerza Aérea Dominicana, la conforman cuatro barrios para miembros de la institución.

El mito de El Negrito de los Polvorines se originó en su zona boscosa, en las cercanías del almacén de armas y pertrechos conocido como polvorín. Los militares que han hecho residencia fuera de los perímetros de la base se encargaron de extender el mito más allá de San Isidro.

sábado, 2 de octubre de 2010

Compromiso con las guayabas

Muchas veces las guayabas eran el cielo. Aparecían en el patio ajeno o en los tupidos montes de San Isidro para saciar con su redondez nuestras hambres e inquietudes.

Tú, Paquito, preferías las agrias, porque los adultos decían que las dulces tenían gusanos. Luego supiste que esos blancos animalitos, a los que nunca hiciste caso, se crían dentro de cualquier variedad, y que su consumo no provoca ningún daño a la salud.


“Las guayabas hacen mucho bien a las tripas. No importa si están maduras o verdes. Siempre son buenas”, decías mientras devorabas una a modo de ejemplo.

Aquellos eran tiempos de pandilla infantil. Y esos frutos juntaron nuestros caminos.
Yo salía a marotear por los montes y te encontraba tendido entre los guayabales, con la barriga hinchada de la hartura. Si las plantas estaban repletas, tomábamos las guayabas más maduras (blanditas) para armarnos como fieros miembros de la “guerrilla”. Con los bolsillos cargados iniciábamos la batalla, y el otro se convertía en enemigo. Entonces los guayabazos volaban por dondequiera.

Una vez violaste las normas, desgraciado, y me lanzaste una guayaba verde (dura) que casi me saca un ojo. ¡Caí hecho una mierda del árbol en el que me resguardaba! Todavía estaba aturdido cuando llegué a la casa con el moretón en la frente.

“Jamás vuelvas a esos montes, muchacho de la porra. ¿Tú te estás volviendo loco? Si te vuelves a meter en los guayabales, te voy a dar una pela que ni tu madre te va a conocer”, dijo mi papá en tono de sentencia. Por eso te dejé solo, Paquito, comiéndote las frescas guayabas que eran nuestra alegría común. No fue por miedo a tu puntería, como te habían chismoteado los otros niños del barrio.

En fin, creo que, en cierto modo, a las guayabas debemos parte de lo que somos. Buscándolas, comprendimos importantes elementos de este drama llamado vida.

Hoy que te invito a mi casa, quiero que plantemos juntos esta matica. Dentro de cinco o seis años, si los cálculos no me fallan, los hijos que no tenemos podrán encaramarse en sus ramas. Entonces, les contaremos de nuestro compromiso histórico con esta fruta, sembrada por el mismo Dios en las zonas rurales de la República de las Maravillas.

Escrito por Jhonatan Liriano. Sábado 02 de octubre del 2010. 

viernes, 24 de septiembre de 2010

No me gusta el trabajo

No me gusta el trabajo cuando, después de un largo trayecto de forzada existencia, deja al pobre trabajador en la indigna pobreza. 

Debe llamarse maldición y no desarrollo el canje de cinco días y medio de pasivo sometimiento por la mala comida y el pasaje contado. 


Aborrezco el trabajo cuando Paquito, que es un mulo hasta las 7:00 o las 8:00 de la noche, se acerca al hogar con la sonrisa divida entre el saludo y el miedo  al dolor insistente que le dobla la espalda. 

“Las operaciones y la medicina son muy caras y el seguro nada más te cubre una parte. Los padres de familia no debemos enfermarnos”, me dice, en tono de estrategia porque no le gusta quejarse, mucho menos si está delante de los muchachos. “Con la piña tan agria la queja no ayuda”.
Es desgracia el trabajo que enriquece a los viles, mientras los rectos se quedan con los tragos amargos de la indignación.
En este pedazo de isla cerca del 75% de los empleados obtiene menos de 16 mil pesos por alquilarse durante un mes completo. En la cifra están incluidos miles de guardianes de seguridad y abogados, ingenieros eléctricos y plomeros, recepcionistas telefónicos y contadores, médicos, policías y militares. Desde la “vida digna” ninguno puede acceder a la famosa canasta familiar, cuyo costo superó hace mucho los 20 mil pesos. En esas condiciones el trabajo no mejora la existencia, sino que alarga la grisácea sobrevivencia. 


¿Por qué no decirlo? No me gusta el trabajo que, con el paso de los días, aumenta tus capacidades y por razones biológicas merma las mías y las de los míos. Es un acto que a veces me parece al suicidio.

Sé de tus afanosos intentos de hacer a tu empresa mucho más competitiva, pero no puedo aceptar una carrera que coloca al producto por encima de mí. También sé que no estás dispuesto a modificar una relación que te da el beneficio y mantiene a los tuyos, pero, por ahora, debo decirte con toda sinceridad que no eres tan bueno, que no me siento cómodo, y que no tengo intención de ser víctima. 

Jhonatan Liriano
24 de septiembre del 2010
Paquito

lunes, 30 de agosto de 2010

El pionero

Grandes Invenciones de la Humanidad: no se sabe quién inventó la rueda que mueve carretillas y las máquinas, pero sí se conoce el nombre del inventor de la rueda que mueve la economía. Fue marco Marco Licinio Craso, nacido en el año 115 antes de Cristo.Él descubrió que la vitalidad del mercado depende del impulso mutuo entre la oferta y la demanda de bienes y servicios.

Para poner en práctica esta ley del circuito económico, fundó una empresa en Roma.Así nació la primera empresa privada de bomberos. Tuvo mucho éxito.
Don Marco Licinio provocaba los incendios y después cobraba por pagarlos. 

Eduardo Galeano, Bocas del Tiempo.

jueves, 29 de julio de 2010

Esa funesta generación

Entraron a destiempo a la formalidad y, como buenos aprendices, aprehendieron las palabras de la descarada manipulación.

Para no enfrentarse con la conciencia y los impulsos naturales que llevan a la libertad y al cambio, se hicieron desmemoriados, despreciaron la reflexión y la crítica, y se inclinaron por las palabras desiertas y la sonrisa fingida.  Esos muchachos van construyendo tragedias.  

Son los que conforman la emergente generación de políticos del sistema de partidos de esta República de las Maravillas.  Estudian con disciplina los caminos más prácticos que llevan al poder, sin detenerse un instante en las páginas de valores, ciencia o compromiso desinteresado con la vida. 
Usted los conoce. Todos los días se mueven como roedores bajo la sombra de los “grandes líderes”, a quienes desean superar en el futuro. 

En el pasado proceso electoral muchos se dejaron ver la cabeza. Andaban repartiendo dinero y mercancías baratas, comprando cédulas y mostrando las armas y los vehículos propios de vandalismo político, porque eso es lo que son: vándalos. Forman pequeñas estructuras de asalto, y marcan al presupuesto público como víctima principal.

No tienen respeto por el trabajo honrado y transparente. Si se les ve moviéndose como caballos en tiempos de campaña, es porque tienen la firme intención de pasar factura inmediata a los candidatos ganadores.
Esa funesta generación es la que pretende suceder a la clase política gobernante, con la diferencia de que ninguno de sus miembros se formó en agrupaciones populares o de izquierda. Todos son, directa o indirectamente, hijos del clientelismo.

Con el arresto de un grupo de jóvenes funcionarios de las aduanas de Santiago, acusados de mantener millonarios movimientos de contrabando, el país pudo apreciar pequeños matices de la conducta de los “líderes emergentes” que gravitan en los partidos tradicionales. Que nadie dude de sus intenciones individualistas. Los mueve el dinero y el poder,  que en este país son la misma cosa.
Por el bien del futuro y la sanidad del presente, alguien tendrá que hacerle frente a esa juventud antinatural, funesta.

Por Jhonatan Liriano
  

jueves, 22 de julio de 2010

Si yo fuera Sobeida

Sobeida saboreándose los labios, sabrá Dios con qué intención.
Si yo fuera Sobeida, les digo a los jueces que no me jodan, porque tengo todo el derecho de ser la amante (el cuerno) de un tipo podrido en billete y muy bien parecido.

Este cuerpo ñoño, diría, no se mantiene con víveres cibaeños ni con actos de moralidad. Tiene un precio, y Felipe (Figueroa Agosto) lo pagaba muy, pero muy bien.
Como no quieren meter presos a los oficiales, a los funcionarios y a los empresarios que se relacionaban con Feli, me quieren coger de pendeja, pero conmigo no, chulos. Búsquense a otra conejita, advertiría al tribunal. 

Cuando me pregunten por qué salí del país, les soltaré la más lógica de las respuestas: Ay, ñeñe. Ustedes no leen el periódico. A todos los que sabían algo del caso le dieron para abajo. Yo no estaba segura en Dominicana. Si un alto oficial de la Policía no pudo protegerse de los sicarios, en pleno proceso de investigación, ¿qué ustedes creían que iba a pasar conmigo, nenes? Aquí la gente nada más está segura en el cementerio, sino pregúntenle a Alex el pelotero. Así que déjenme ir pa mi casa que tengo muchas compras por hacer. Busquen otro pan para su circo.

También me curaría en salud con las llamadas vacas sagradas, porque les aclararía, frente a las cámaras de televisión (todos los canales están dispuestos a transmitir la mínima declaración o flatulencia), que no estoy interesada en chivatear a nadie. Me quité. Al fin y al cabo, con eso no se consigue nada. Si todavía no ha caído un solo turpén de la famosa lista de Quirino, ¿qué se puede esperar de este caso? Suéltenme en banda. 
En esta República de las Maravillas todo es un merengue, pero saquen a bailar a otra que ya me duelen los pies, concluiría, con una linda sonrisa de mujerón en los labios.
Pero como no soy Sobeida, ni me parezco, me siento a ver el show, para que mis amigos no me acusen de antisocial o antiespectáculos.

miércoles, 14 de abril de 2010

Camino sobre la tragedia

El vehículo comienza a moverse y deja atrás al Moulin Sur Mer, uno de los hoteles de Montrouis, una comunidad turística ubicada al norte de Puerto Príncipe.
Por la ventana derecha se ve un pequeño sembradío de arroz invadido por abundante maleza. Quizá sea la única tierra húmeda que aparezca en el camino.
El chofer acelera y toma la “Ruta Nacional 1”, recientemente reparada por una empresa dominicana. El destino es la capital. Los ojos que ven por primera vez el panorama no dejan de admirarse.
Por un lado se topan con las aguas del mar, y por el otro encuentran pobreza rural y aridez, aridez provocada por la deforestación. Las montañas cercanas a la carretera están pobladas con pequeños arbustos, de esos que la gente de aquí utiliza para encender los fogones, cuando llega la comida. En toda la región no hay una sola estación de gas propano, ni nada parecido.
“El hombre no es Dios”, se lee en el parabrisas de una “tap tap” (autobús popular) que pasa repleta de pasajeros, a la altura de Sanitard, un pueblecito periférico que tiene en el plátano su mayor cultivo.
“La comunidad internacional tiene que apretarse los pantalones para ayudar a Haití. Haití no puede salir solo de este problema”, dice el guía haitiano Mardoqueo Catalice, mientras dirige la vista hacia cientos de sus compatriotas que permanecen sentados o moviéndose sin rumbo a la orilla de la vía. Algunos son víctimas del terremoto que destruyó Puerto Príncipe y otras ciudades importantes el pasado martes 12 de enero. Otros son los pobres de siempre, los que rompen las montañas con picos y palas para sacarles el caliche con el que construyen pisos y casas; los que no tienen acceso a los servicios básicos desde el día en que nacieron; y los que no reciben la asistencia internacional porque los afectados por el sismo de magnitud 7 en la escala de Richter no dejan espacio a otra tragedia.
Mardoqueo cree que las grandes potencias deben tomar la dirección del país hasta fortalecer las estructuras productivas y reactivar el funcionamiento del Estado.
Ir a elecciones para elegir nuevas autoridades en medio del desorden actual sería, según él, un absurdo.
“Hay gente cogiendo sobre Haití, sacando beneficio dentro del desastre. Si no se puede controlar eso, tampoco se pueden hacer elecciones”, entiende el pastor evangélico, sentado en el asiento delantero del jeep, que se mantiene en movimiento.
Ahora pasa por Arcahaie, dónde los postes del tendido eléctrico, las casas, los autobuses y algunas edificaciones comerciales están pintados con los colores de la bandera nacional, el rojo y el azul. Los más patriotas dibujan hasta el escudo de armas en las paredes. “No es el Gobierno.
Ellos mismos los pintan, porque les gusta”, explica el guía.
Ya la carretera asfaltada se terminó. Los neumáticos dan vuelta sobre un camino hecho lodo por las lluvias caídas recientemente. A lo lejos, del lado izquierdo, se divisa un promontorio que parece un vertedero, pero en realidad es el campamento de Titanyen, donde sobreviven más de 5,500 mil haitianos afectados por el terremoto de enero. El jeep se estaciona a tres o cuatro metros de la primera carpa (si se le puede llamar así a un pedazo de plástico sostenido con palos). Cuando las puertas se abren, un enjambre de moscas entra al vehículo, como anunciando los niveles de contaminación que hay afuera.
“Las condiciones de vida están malas aquí porque hay más de 5,500 personas juntas. No hay comida y el agua la traen cada dos días. Cuando llueve la gente no puede dormir y todo se complica”, se queja Venel Lundy, coordinador del campamento ubicado a pocos minutos de la capital. Aquí los niños y los adolescentes caminan entre el lodo, con trapos como vestimenta, expuestos a la suciedad del entorno y a las miradas de los adultos ociosos que se mueven sin que autoridad alguna los controle.
“Tenemos la esperanza puesta en Dios porque nadie está pensando en nosotros. Aquí estamos solos”, dice Lundy. A su espalda se mueven mujeres, hombres y niños que piensan que hay comida o dinero para repartir. Piden con insistencia y en creole, pero la respuesta es negativa y en español. Tendrán que esperar la ayuda oficial o las donaciones internacionales tan publicitadas en los medios de comunicación, y tan ausentes en este viaje.
“Tenemos que irnos”, recomienda Mordoqueo, y el vehículo vuelve a moverse.
Pasa frente a otros campamentos de damnificados, masas humanas que todos los días se sumergen en la tragedia de existir. “El problema de Haití es el diablo. El diablo tiene agarrado a este pueblo, y para sacarlo hay que hacer un trabajo fuerte, muy fuerte, hermano”, opina el guía, quien también deplora la instalación de bases militares estadounidenses en territorio haitiano. Dice que “con lo que se come un guardia gringo comen diez haitianos. Un haitiano está comiendo una vez por día, y mal”.
En la capital
Los escombros que testifican el paso del terremoto están a la vista. Antes de entrar al centro de Puerto Príncipe se hace obligatorio toparse con la maquinaria militar de Estados Unidos y con los muchachos que acaban de improvisar una cancha de fútbol al lado de las casetas que les sirven de vivienda.
Ya en Champ de Mars, frente al Palacio Nacional, el jeep detiene su marcha.
Hace falta concentrarse para contemplar la verdadera magnitud de una catástrofe que adquiere nuevas dimensiones cada día que pasa. Por ejemplo, Jessica Amedy y Rosela Joseph, de 18 y 19 años, se acercan e insinúan con gestos que sus cuerpos se alquilan por un par de dólares. La propuesta refiere a otro aspecto de la tragedia.

lunes, 4 de enero de 2010

¿Ser o estar?


A Wanner y a los vecinos de la calle Puerto Rico



En castellano los verbos ser y estar se refieren a condiciones existenciales distintas. En inglés, sin embargo, ambos son recogidos por el famoso To Be.
Parece que en la cultura anglosajona quien está es… y viceversa.
A mí esa visión del mundo no me agrada, porque significa que el concepto que me hago de ti, Paquito, depende de dónde estés, en qué posición social te encuentres, qué escalones lograste subir. Quiere decir que uno, como ser humano, como miembro de este gran ecosistema llamado Tierra, no posee ningún valor en sí mismo, que nuestro ser se encuentra definido por nuestro estar.  Y ese, a mi juicio, es el más triste de los parámetros de medición. Resta importancia al cultivo de principios universales definidos dificultosamente a la luz de miles de años de historia, como la verdad, la solidaridad, la justicia, el respeto, la paz o el sacrificio. Y nos coloca en una estúpida competencia por las cosas, por un confortable estilo de vida que amenaza la existencia de todos los seres conocidos, incluidos nosotros mismos.
Creo, querido amigo, que de lo vivo nada sobra, nada es menos. Las pequeñas ramas secas que hoy se desprenden del árbol mañana se convierten en la materia prima que el ave teje para hacer su nido, para proteger a sus pichones.
Y tú, que no aportas un penique al Producto Interno Bruto, eres el dinámico motor de esta casa. Sé que no entiendes mis palabras, pero me conformo con que tus ojos grandes y negros se claven en mi rostro mientras te cuento un cuento o te hago cualquier comentario.
Nada vale más que verte silbar todas las mañanas como yo te enseñé, “como los ruiseñores, Paquito, los pajaritos de Dios”. ¡Humm!, así me gusta verte, sonriendo, ajeno al dolor, a las intrigas, a la avaricia y a la mentira.
¿Qué sería de la sociedad si todos nos lanzáramos a la carrera del llamado éxito? ¿Quien cumpliría la sagrada misión de cuidar a los ángeles como tú? ¿La mano de quién tomarían los niños en momentos de duda? ¿A qué pupila llegaría el mágico color del arbusto en flor?
Son preguntas que me hago cuando te contemplo, o cuando imagino caminos que lleven al crecimiento personal y colectivo de los seres humanos, respetando los derechos de los demás actores involucrados en este gran escenario que es la vida.
No importa lo que digan los gringos, o los pensadores de estos nuevos tiempos. Para mí tu vales porque sí, por el solo hecho de existir, de estar en el más bajo de los peldaños sociales y en el más costoso rincón de mi alma. El éxito, Paquito, el éxito es ahora, lo demás es cuento de borracho.

sábado, 2 de enero de 2010

Paulina no conquistó a Chavón


El anfiteatro de Altos de Chavón no estaba completamente lleno. Un moderno juego de luces fue activado y los cuatro músicos entraron a escena, seguidos de dos bailarines que buscaban con una linterna a la llamada Rubia Dorada. Eran las 10:11 de la noche cuando Paulina Rubio salió a encontrarse con el público dominicano, vestida de negro, con falda corta, botas de tacones finos y chaqueta alusiva al estilo militar.
Los haces de luz multicolor rebotaban en los discos compactos que hacían de escenografía, y tres pantallas colocadas al fondo del escenario comenzaron a mostrar imágenes de apoyo a la canción de entrada: “Algo de ti”.

Los aplausos, en su mayoría de adolescentes y jóvenes, no se hicieron esperar, tampoco los gritos de los más emocionados, ya ajenos al retraso que se prolongó por una hora y cuarenta minutos.
Paulina inició el concierto con toda la energía que su mediana voz le permitió, haciendo rejuego escénico con el guitarrista y el director de orquesta, encargado del bajo. Un potente equipo de sonido ayudó a despertar las emociones que se hacían insensibles a la calidad interpretativa.
“Buenas Noches, Romana”, gritó la artista pop, antes de dar rienda suelta al primer set de canciones, compuesto por “Ni una sola palabra”, “Lo haré por ti”, “Todo mi amor”, “Más que amigos” y “Yo no soy esa mujer”.
La pareja de bailarines, vestidos a la manera de pueblerinos latinoamericanos, marcó el primer intermedio con el desarrollo de una coreografía. Inmediatamente después la artista mexicana retornó a escena ataviada como vaquera y cantando “El último adiós”.
Este fue uno de los temas que provocó mayor dinamismo entre el auditorio vigilado por unos 25 miembros del Cuerpo de Bomberos de La Romana y cerca de 30 integrantes del equipo de seguridad privada contratado para el show.
“Dame otro tequila”, “Ni rosas ni juguetes”, “Nada puede cambiarme”, “Enséñame” y “Algo tienes” fueron los temas que siguieron mereciendo el aplauso de muchos.

Paulina iba desarrollando cada canción mientras se movía de un lado a otro del escenario. Más que por el baile, su desenvolvimiento escénico estuvo marcado por el despliegue de su cabellera rubia y rizada.
“Siempre va a haber romance entre un hombre y una mujer. No voy a preguntar quién es mejor. Les voy a dedicar esta canción”, dijo segundos antes de que se escucharan los acordes de “Melodía de mi alma”.
En ese instante parte del público se emocionó y comenzó a gritar las letras de la pieza. Siguieron “Enamorada”, “A contra luz” y “Don´t Say Goodbye”.
Después de una anunciada salida de escena. El auditorio, como es costumbre, pidió otra. Y la rubia salió a complacer con “Causa y efecto”, “Y yo sigo aquí”, y “Te quise tanto”, aquella que en estos momentos es un hit de las emisoras juveniles locales.
Así terminaba, a las 11:32 de la noche, un concierto tan “pop” como la artista que lo protagonizó.

Estrella pop

En la vida como en la música, una cosa es con guitarra y otra con violín. El concierto ofrecido por Paulina Rubio en el anfiteatro de Altos de Chavón demostró que la actual generación de estrellas pop de América Latina necesita algo más que las maravillas del estudio de grabación y la buena campaña publicitaria.

En algún momento estos artistas tienen que enfrentarse con la realidad del escenario, donde vale más el buen canto que el juego de luces, las bocinas y el despliegue coreográfico. La Pau puso mucha energía a su repertorio, pero no consiguió convocar a la llamada “magia de Chavón”. Se quedó corta.

Otros detalles

La producción parece que invirtió importantes recursos en el levantamiento del escenario, equipado con sonido de calidad, luces dinámicas y sistema de pantallas. Este fue uno de los elementos más interesantes del concierto.
Antes de finalizar el recital, Paulina utilizó un lienzo enmarcado para hacer un dibujo que posteriormente regaló a alguien del público.
En un momento del show, cuando Paulina estaba cantando con todas sus pilas mexicanas, dos jóvenes del público se levantaron y pusieron en alto una bandera roja con el rostro de Ernesto Che Guevara, insinuando Dios sabe qué cosa.
Por Jhonatan Liriano