"Sin educación el genio humano queda sepultado bajo las acciones desorganizadas e impulsivas del instinto". Paquito.
viernes, 11 de julio de 2014
miércoles, 18 de junio de 2014
miércoles, 12 de marzo de 2014
El "lugar más lindo" de La Ciénaga
Me llevaban por el medio de la calle gritando
“¡Prisionero, prisionero, tenemos prisionero!”. Eran como las 2:40 de la tarde,
y desde sus humildes casas los vecinos de La Ciénaga miraban a mis captores y se reían, casi
tanto como yo.
El grupo de niños me hizo presa de su afecto después de jugar juntos al
“Topao” y “Flor y Convento”.
Nos perseguimos a toda velocidad entre motores,
callejones, escombros y hoyos del barrio, plenamente despreocupados y
contentos. También agotamos una larga tanda de cuentos en la sala de la casa de
Luchi, donde me esforzaba por adaptar algunas de las historias de Pepito a un
formato verdaderamente infantil. Me sentí especial entre aquel público. Por
primera vez en mi vida me pidieron que repitiera tres veces un mismo cuento.
Esas casi cuatro horas de juego, interrumpidas sólo para
tomar un refrigerio, crearon el ambiente, la confianza necesaria para que
apareciera la propuesta.
“Te vamos a llevar al lugar más lindo de aquí”, me dijo
una niña de pelo rubio. Y otra pequeña la respaldó de inmediato: “Sí. Es un
lugar hermoso. Tiene muchas flores”.
“Pero, ¿es lejos? Si es lejos, no voy”, les respondí,
tratando de no mostrar el miedo que me generaba la invitación.
No quería moverme mucho por el barrio porque sé que
La Ciénaga es
uno de los sectores más calientes de la capital. Para colmo, cuando llegué en
la mañana escuché hablar de una banda de asaltantes que tiene al sector
bajo azote. La noche anterior habían herido de dos disparos a una mujer para
quitarle algunas cosas. Y la
Policía estaba “tirá” a la calle, porque supuestamente la
banda agredió al hijo de un oficial de la institución.
“Es un lugar especial, donde nada má vamos nosotros”,
aseguró esta vez un niño como de nueve años, terminando de convencerme.
A seguidas me tomaron de la mano y comenzaron la
procesión. “¡Prisionero, prisionero, tenemos prisionero!”, gritaban mientras
me llevaban “al lugar mas lindo”, a un lugar “con flores y matas bonitas”.

“¿Verdad que es lindo?”, me preguntó la rubia que
dio inicio a la excursión.

Por Jhonatan Liriano
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