martes, 26 de noviembre de 2013

Tu nombre

En algún momento podría aparecer la curiosidad, el deseo de saberte parte de una  historia, de un recorrido digno de contar.

Quizás te interese decir entre tus amigos que el tuyo no es  un nombre cualquiera, que tus padres te lo asignaron por razones  de profundo significado. Podrías  querer explicar  que el “Dios está con nosotros” de la definición bíblica  no es suficiente para identificar los orígenes de tu nominación  primera.

Si te llega ese instante,  si repunta en ti esa sed  de identidad y sentido propia de todo ser humano, puedes decir, con absoluta certeza, que llevas, Manuel, el nombre del amor,  el nombre de la  dulzura, de esa montaña de solidaridad, decoro  y alegría que fue tu abuelo.

Cuenta con orgullo de sus madrugadoras jornadas de labriego en las mocanas tierras de Cacique, donde su lomo ya envejecido sacaba batatas y yuca para convertirlas en honesto pan familiar.

 Habla de su sonrisa permanente, y de la legendaria  capacidad que le permitía andar por  la  vida sin suscribir ofensas ni cultivar  rencores. Evoca su cotidiana persecución de la bondad y la justicia, y estarás consagrando a plenitud el significado de su nombre, que hoy es el tuyo.

 Te llamamos Manuel, como el  abuelo, porque deseamos transferirte el  mayor legado que ese campesino dejó a la familia:  la actitud permanente de cuidar a diario la pureza  y la  humildad del corazón, sin importar el tamaño de las piedras del camino.

Tu madre no  llegó a conocerlo. Pero aceptó sin restricciones la  nominal imposición que te hemos hecho. De ninguna manera pretendimos   trazar con seis letras las  coordenadas de tu vida. Sólo quisimos y queremos estar seguros  de que sepas  con toda precisión el hermoso camino que anduvo la sangre antes de llegar a ti, amado hijo, Manuel.



   

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