martes, 26 de julio de 2011

Margaritas y perlas

No se parecen


Las ciencias sociales explican que para que un grupo represente fielmente a una población debe poseer sus principales características observables. En el caso político, para que los dirigentes partidistas de nuestra democracia representativa sean manifestaciones abreviadas del interés de la mayoría deberían verse, sentirse, olerse, escucharse como sus representados.

Pero no es así. Suelen parecer grandes empresarios sin producción ni austeridad, maestros de las artes escénicas en medio de un drama que se siente comedia, o mercaderes venecianos vestidos con orientación de certeros asesores de imagen (se exceptúan los imitadores de bachateros).

El senador del Distrito Nacional, por ejemplo, ¿vive como el hombre promedio de la capital? ¿Reside por lo menos cerca de su cotidianidad alimenticia o económica? ¿Ha sentido la incertidumbre que provoca la cercana delincuencia? ¿Cómo pueden los altos dirigentes reformistas o perredeístas ser la manifestación de los pobres urbanos o rurales si a esa clase solo la ven en campaña electoral y en televisión?

Cada vez los partidos y el pueblo se parecen menos. Mientras la imagen de los modestos pero millonarios diputados, senadores y funcionarios se acerca más a la de magnates industriales, la de jornaleros, motoconchos, campesinos, pequeños comerciantes, profesionales, policías, amas de casa y choferes se aleja más de los referentes del bienestar humano. No se parecen. La representación es un cuento, un enema.

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