martes, 15 de marzo de 2011

Duarte, el buen amigo

A la luz del estudio, las discusiones filosóficas y los preparativos revolucionarios, Juan Pablo Duarte cultivó cuidadosamente la relación con sus amigos.

A ellos confió sus sueños y planes de independencia, y con ellos fundó, el 16 de julio de 1838, a las 11:00 de la mañana, la sociedad secreta La Trinitaria.

“Llevaba los libros al almacén de su padre, y daba clases gratis, de escritura y de idiomas a los que demostraban deseos de aprender; los enseñaba con gusto sin hacer distinción de clases ni colores, lo que le atraía una popularidad incontrastable, pues estaba fundada en la gratitud; y no tan sólo transmitía sus conocimientos, sino que tenía a la disposición de sus amigos o del que lo necesitara sus libros, sus libros que él tanto estimaba”, recuerda Rosa Duarte en sus “Apuntes”.

Juan Pablo se ganó la admiración de todos los trinitarios porque sus palabras y acciones mostraban una coherencia inusual. En su proyecto no se reconocía “más nobleza que la de la virtud ni más vileza que la del vicio, ni más aristocracia que la del talento”.
Era tanto el aprecio y el respeto que despertaba Juan Pablo entre sus correligionarios, que algunos estaban dispuestos a dar la vida por él en los momentos más críticos de la conspiración contra los haitianos. En julio de 1843 fuerzas militares buscaban apresarlo para desarticular el movimiento. Por razones de seguridad, hasta los más allegados colaboradores desconocían su paradero.

Don Juan, quiero saber dónde está Juan Pablo, porque nos liga un juramento sagrado, (sic) y es de por la Patria morir juntos. Si usted desconfía de mí, le probaré que no soy de los traidores, lanzándome con este puñal sobre esas tropas que cercan su casa”, llegó a decir Francisco del Rosario Sánchez a Juan José Duarte, padre del joven dirigente.
Una vez conquistada la Independencia, en febrero de 1844, mientras el Padre de la Patria padecía el exilio, sus compañeros se fueron dispersando entre los diferentes bandos políticos.

Algunos, como Felipe Alfau, se convirtieron en representantes del conservadurismo.
Otros, como Matías Ramón Mella, tuvieron que esforzarse para no romper con los principios revolucionarios abrazados en las reuniones de La Trinitaria. Pero todos mantenían la devoción por “aquella alma noble” que construyó las simientes de la República Rominicana. “La historia dirá que fuiste el Mentor de la juventud contemporánea de la patria; que conspiraste, a la par de sus padres, por la perfección moral de toda ella; la historia dirá, ella dirá que no le trazaste a tus compatriotas el ejemplo de abyección e ignominia que le dieron los que te expulsaron”, llegó a escribir el trinitario Juan Isidro Pérez a su “amigo” Duarte en el intercambio de correspondencia.

A Duarte le llegó la vejez luchando por la Patria. En esa lucha su familia se empobreció hasta correr el riesgo de morir de hambre en Venezuela. En 1864, cuando vino a presentar sus servicios a la Restauración de la República, apenas pudo ir a Santiago a dar la última despedida al querido Ramón Mella, postrado en lecho de muerte. Antes el amigo trinitario Félix María del Monte se había encargado de darle otra penosa noticia: ‘Nuestro digno amigo y compañero Sánchez, que tan cordial y entusiastamente te amaba, murió con la esperanza de reunirse a ti en la eternidad, y yo tengo la dicha de volver a hallarte en el tiempo”.

Del Monte se encontró con Duarte el 27 de febrero de 1884, cuarenta años después de la Independencia Nacional, en el Ayuntamiento de Santo Domingo.

Frente al féretro cubierto de flores rojas, blancas y azules, dirigió la última despedida al Padre de la Patria.
Conocí demasiado a ese adalid de la libertad dominicana. Fue uno de mis íntimos amigos, mi condiscípulo, mi compañero en La Trinitaria, en la Sociedad Filantrópica, en el hecho de armas del 24 de marzo de 1843… Poseo como datos preciosos para la historia nacional las cartas que me enviaba a Puerto Rico, durante mi ostracismo de once años. Sí, yo las conservo como las últimas expansiones de su alma virgen, como los postreros latidos de aquel corazón todo amor y patriotismo”.

Publicado en el Listín Diario, el 26 de enero del 2011, por Jhonatan Liriano. 

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