viernes, 12 de diciembre de 2008

Inmortales

Paquito, nunca olvides que los inmortales deben desaparecer. Es la única forma de conseguir un verdadero progreso. Ahora ven. Toma mi mano, te los presentaré. ¡Cuidado con ese charco de aguas negras! El barrio está lleno de esos malditos hoyos. En un rato tu olfato se acostumbrará al olor a descuido que ensucia al aire. ¿Los ves? Por supuesto que son muchos. 

Las cifras oficiales esconden la gran parte gris de la realidad. El borracho tirado en aquella esquina es Papachón. Debió morir de cirrosis hace cinco años, pero se quedó a vivir en el cuerpo de Teo, su hijo mayor, al que se le fuñó el brazo una semana antes de que los Doggers lo firmaran. ¡Hum! No te confundas. Ésas no son niñas ni sus barrigas están hinchadas por hartura. La de la minifalda se llama Rosy, tiene tres hijos y sólo conoce al padre del primero. La de las tetas grandes es Carmen. Nunca se le había visto barriga. Es la primera vez que la sitotec le falla.
Las dos son meseras en el colmadón de la esquina desde hace siglos. Para allá vamos, después que te enseñe al comandante Peralta.
Sí, aquel señor con bigote, el de la mecedora. Lo pensionaron como capitán del Ejército hace diez años. Cree que su casa es un cuartel y que la esposa, doña Ana, es un soldado más de la infantería. “Lave la ropa”, “cállese la boca”, “planche la camisa cien veces”, “diga yo soy una basura”, son algunas de sus “órdenes superiores”. Como no se quiere morir, enganchó a sus dos hijos a la guardia. Piensa llegar a general dentro de uno de ellos para desquitarse las humillaciones que sufrió cuando era subalterno. Sigamos el ruido y las botellas. Son camino seguro al colmadón. Aquí la fiesta nunca termina. Los inmortales, antes de engrasar los calderos, prefieren beberse el sudor de la semana de un solo bochinche. Sienten una atracción incontrolable por las cosas nuevas: teléfonos, tenis, estimulantes sexuales, trapos… Hasta la mierda se la comen si es de último modelo. ¿Contentos? Mientras dure el ruido. Después tropiezan con las aguas hediondas, con el aire turbio, con la casa gris.
  Es en la sobriedad donde escuchan una voz insistente que les pide que se suiciden, que dejen esas malditas vidas y emprendan un viaje colectivo hacia el sueño, hacia la humanidad. Todos intentan seguir la voz hasta que el ruido y la vanidad los vuelve a distraer, les disfraza la miseria. Así viven desde hace siglos. Lo sé porque algunos son mis amigos, otros, mis hermanos. No quisiera juzgarlos, Paquito. Prefiero seguir motivándolos a la muerte, a la búsqueda de otra vida. Pero mi voz no es suficiente, amigo. ¿Me prestas la tuya?

2 comentarios:

Pedro dijo...

"Hasta la mierda se la comen si es de último modelo. ¿Contentos? Mientras dure el ruido. Después tropiezan con las aguas hediondas, con el aire turbio, con la casa gris. Es en la sobriedad donde escuchan una voz insistente que les pide que se suiciden, que dejen esas malditas vidas y emprendan un viaje colectivo hacia el sueño, hacia la humanidad".

Identificado totalemente con este parrafo. Una vez este fui yp

July Grey dijo...

Muy... muy bueno.