domingo, 2 de agosto de 2009

El Cínico y las maravillas


Éste que está aquí, Paquito Pérez, el hijo de doña Juana, tiente la conciencia tranquila porque sabe que no voto por él. Desde que El Cínico se sentó en la silla, en la República de las Maravillas el valor de la honestidad anda por el piso, arrastrándose junto a los nobles principios de los Padres Fundadores. Los hombres y las mujeres críticos pasaron a ser “fracasados”, “revoltosos”, “comunistas” o “inconformes”, por negarse a formar parte del circo del progreso, el avance, la marcha y todos esos sinónimos relacionados a cualquier cosa, menos a la realidad de este pedazo de isla llamado país. ¿Resentido yo? Bueno, viéndome desde tu pedazo de colcha, puedo serlo. No te voy a negar que el solo hecho de escuchar el nombre de ese farsante (y no me vengas con que esa es la naturaleza de la política) me provoca nauseas.
Te digo esto para que nunca me compares contigo ni con los de tu equipo de “trabajo”. No soy la última coca cola del desierto, pero mis opiniones no salen de una cabeza recostada sobre los suaves almohadones del erario público. Todos los hombres no son iguales. A quien defiendes, El Cínico, es el responsable directo de la nociva pasividad de nuestro barrio, de nuestra gente. Cuando hace uso de la retórica no busca más que hilvanar engaños y construir ciudades ficticias (igualitas a la de los gringos) en el imaginario de los cansados de padecer.
¿No fue él quien prometió resolver definitivamente el problema eléctrico, principal obstáculo de la producción nacional? ¿En su “Agenda del Progreso” la Educación no era la prioridad? ¿Se te olvidan las promesas de mejoría alimenticia que les lanzó a las bocas cenizas hechas caravana? Sus discursos hacían imaginar alimentos de calidad para todo el mundazo, con los cuales garantizar un desarrollo integral de las condiciones físicas y mentales de las nuevas generaciones. ¿En qué quedó aquello, hermano? Y no te me hagas el loco por beneficio, quedó en una crisis del sistema eléctrico agudizada por las denuncias de corrupción contra uno de los mega ministros del Gobierno maravillano. Quedó en apagones nunca apagados, en capitalización y descapitalización del sistema energético, en el precio de los alimentos volando por las nubes, como El Cínico que se la pasa viajando por el mundo, resolviendo crisis financieras y políticas internacionales, mientras en las continuas huelgas del interior revelan que al pueblo se lo está llevando el diablo. ¡Ése es el progreso maravillano!
Es un progreso de la corrupción y la mentira,
es el avance del conservadurismo en una región que busca y necesita el cambio, es la agresión silenciosa contra quienes contradigan al estadista londinense radicado en El Caribe. No es otra cosa, hermano.

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