domingo, 21 de junio de 2009

En los oscuros caminos nos encontramos


A Hecmilio Galván y La Multitud
El mundo siempre ha sido así y nadie podrá cambiarlo. Nuestro deber cosiste en conocerlo para dominarlo, piensan ellos. A las casas del barrio les caería bien una manita de pintura, y la distancia que separa a los muchachos que rondan ociosos por aquella esquina de las jóvenes caucásicas de la universidad privada se rompería con dos o tres justas decisiones gubernamentales, cívicas o insurrectas, pensamos nosotros, previendo un fiesta de besos multicolores en todas las calles de la ciudad. Juran y requetejuran que la educación comprada con el productivo sudor de nuestros hermanos les permitirá perpetuar la desigualdad y el olvido en esta República de las Maravillas.
Nosotros nos alimentamos con hermosas mañanas, historias, ciencia, abrazos y canciones para conseguir la integridad con la que levantaremos las honestas banderas del cambio. Mientras ellos apuestan a nuestra división, diciendo que el resentimiento y las ideas anticuadas nos mantienen dispersos y desorientados, nosotros nos encontramos en los senderos de la solidaridad. Afilamos los cuchillos de nuestra voz y cargamos los fusiles de nuestro pensamiento con los proyectiles de la esperanza. Esta batalla por la permanencia del bosque y la extinción la delincuencia de Estado nos lleva a la convergencia, desde donde impondremos las pequeñas cosas que engrandecen a los pueblos.
Ellos dicen que somos irreverentes porque todavía no probamos las mieles de la corrupción estatal. Creen que todos los hombres y las mujeres son iguales, que la única diferencia la hace un rollo de billetes. ¡Los pobres! No conocen la alegría de la entrega desinteresada, ni han descubierto la divinidad de la justicia social. Son los peores enemigos de la fe que predican. Si no fuera porque sus contradicciones existenciales asesinan a nuestros hermanos y al paisaje que los acoge, molestando de paso nuestras ansias de armonía, los dejaríamos consumirse en sus penosas decisiones. Pero no nos temblará el pulso cuando llegue el momento de arrancarle el corazón a los oscuros caminos de su queridísima gobernabilidad. Para eso vivimos y nos encontramos, para la ruptura.
Nuestra marcha tomó fuerza en el Parque Nacional Los Haitises, recorrerá todos los caminos de esta media isla, hasta llegar a la cabeza del sistema, la cual cercenaremos convertidos en Multitud, hechos Revuelta, armados de Justicia y sedientos de productiva confrontación. No podrán detenernos porque conocemos nuestro pasado, no aceptamos nuestro presente y, hechos pueblo, nos apoderaremos del futuro.

2 comentarios:

Pedro Rodríguez dijo...

Despierta, despierta pueblo despierta.
No te quedes dormido.

Pedro Rodríguez dijo...

Duarte, cuando regreses otra vez…!
Hecmilio Galván

Cuando llegaste al país por primera vez, el 15 de marzo de 1844, que viste la bandera tricolor que ideaste, ondear sin penas, serena e imponente, seguro que tu cuerpo se llenó de la satisfacción de haber cumplido. De haber logrado tus sueños a pesar de los sacrificios y tomentos.

Pero pronto te desterrarían por ser puro como el cristal y por no transigir en tus ideas libertarias, ni plegarte al poder y a las fuerzas del atraso.

Cuando la Patria se vio amenazada, nuevamente regresaste, y desembarcaste raudo en Montecristi en 1864; te volviste embajador de nuestra causa, volviste a recuperar el aire, la sonrisa henchida. Nuevamente te olvidaron.

Cuando regreses esta vez, prepárate. No habrá motivos para sentirte satisfecho, ni razones para sonreír, si no, la triste sensación de la derrota, la impotencia y el desencanto; pero peor: la amarga estocada de la traición.

Sí, cuando regreses esta vez, verás gobernando a los mismos que te expulsaron, con otros nombres; verás a los que asesinaron a María Trinidad Sánchez y que vendieron la Patria tantas veces, y que la venden todavía.

Cuando regreses otra vez, verás las mismas familias disfrutando de las tierras, de las riquezas de todos.

Cuando regreses otra vez, verás a los niños, tus hijos, los hijos de todos tus hijos, sin escuelas, sin hospitales. Verás las madres sin consuelo; verás los jóvenes muertos en las esquinas; verás los padres desesperados sin sustentos; verás al campesino sin tierra y al obrero sin trabajo; verás los ríos secándose lentamente como un atardecer infinito de muerte y desconsuelo.

Cuando regreses otra vez, no verás ya tu bandera, ya no está. En su lugar, colocaron un trapo en blanco, de un artificial plástico, donde escribir sus indultos e impunidades.

Cuando regreses otra vez, no verás un país, si no un paisaje, que sobrevive porque se aferra a duras penas, del ideal que le dejaste, y que recuerda.

Cuando regreses otra vez, no verás la Patria libre y soberana como la quisiste, si no un “patio trasero” de potencias imperiales, con sus mejores playas, empresas, yacimientos y sus mejores tierras vendidas al extranjero.

Eso sí, cuando regreses otra vez, te verás en todas partes. Te verás en calles y avenidas, estatuas y en los retratos de muchas paredes. Te verás donde te han colocado los que te adversaron para recordar que te fuiste. Hoy mismo tus enemigos fueron a tu tumba para cerciorarse de que seguías muerto, te llevaron flores, te mencionaron y se ufanaron de tu nombre.

Pero, si buscas bien, te verás también en los corazones de la gente de a pie, de los descalzos. Donde a pesar de que te han querido arrancar a toda costa, te guardan celosamente para ver si un día regresas con tus sueños, tu fe inquebrantable y tu segura determinación de terminar lo que empezaste.

Cuando regreses otra vez, y te decidas a volver a lograr tus sueños, ve directo al centro, camina sin desvelo por los caminos de caliche; métete en los callejones de los barrios marginados, visita las ciénagas, las escuelitas sin luz, visita los sembradíos y las fábricas.

Cuando regreses otra vez, súbete en una “voladora” ve a las canchas de básquetbol, al play, a las terrazas y a los colmadones, visita las iglesias y los templos, los cibercafés, recorre la Duarte y el Conde a pie.

Cuando regreses otra vez, vuelve con tu prédica sencilla, con tus parábolas; vuelve con tus ideales y con tu proyecto de nación y no desmalles.

Duarte…cuando regreses otra vez, búscanos, que aunque parecemos pocos, no lo somos.