sábado, 23 de mayo de 2009

Grano de habichuela, Cocco y Benedetti


¿Has visto cómo el grano de habichuela seco, aparentemente muerto, sale del fondo de la tierra, buscando el sol, hecho planta, hecho futuro? Así mismito se levantarán los grandes hombres que esta semana aparentemente nos dejaron.
La voz de Mario Benedetti seguirá alzándose
en nuestra América Latina, combatiendo malvados y enfrentando injusticias. Quienes intenten evitar la inminente unión de nuestros pueblos chocarán con millones de hombres y mujeres prestos a sentenciar, como él, que “el Sur también existe”. El poeta se quedará. Y del afán cotidiano sus versos sacarán a la prole de la esperanza, a los hijos de la utopía. En esta marcha contra la dictadura de la cuenta en Suiza y en el pueblo el hambre, el nombre de Benedetti se levanta como ese grano de habichuela olvidado en la anchura del patio de la casa.
Reverdece. ¿Miguel Cocco? Cocco sigue siendo el principio incorruptible, el dolor de cabeza de los simuladores. Es la única luciérnaga volando en el sistema. Cuando la sombra de su apellido recorre los caminos del palacio de gobierno, hasta el presidente inclina la cabeza para reconocer que no todos los hombres pueden comprarse.
En el vano intento de sepultarlo, los políticos maravillanos sentirán vergu¨enza, por levantar un cuerpo tan limpio y coherente con tan cínicas y sucias manos. Muchos, al verlo nadar en un mar de afectos, qué digo afectos, amor y respeto, casi entenderán el valor de la verdad y de la palabra hombre. Y como niños perdidos llorarán. Mientras tanto, nosotros, Paquito, cumpliremos el deber de celebrarlo, de reconocerlo como uno de esos ejemplos responsables de dar sentido a esta época de convulsa pasividad.
Sus huellas y las de Benedetti nos servirán de referente al momento de construir los nuevos caminos, que son los caminos de la justicia y la armonía. Motivados por ellos nos declaramos contrarios a nuestra tiempo, para ser fieles a los principios e indicadores de desarrollo establecidos por la ciencia y el amor. Así que despabílate, hermano Paquito, que los hombres del pueblo en el pueblo se quedan. Deja llorar a los traidores, mientras nosotros, como el poeta, todavía cantamos, y “cantamos porque el río está sonando/ y cuando suena el río suena el río/ cantamos porque el cruel no tiene nombre/ y en cambio tiene nombre su destino/ cantamos porque el niño y porque todo/ y porque algún futuro y porque el pueblo/ cantamos porque los sobrevivientes/ y nuestros muertos quieren que cantemos/ cantamos porque el grito no es bastante/ y no es bastante el llano ni la bronca/ cantamos porque creemos en la gente/ y porque venceremos la derrota”.

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