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Sin educación el genio humano queda sepultado bajo las acciones desorganizadas e impulsivas del instinto.
Quienes conocen acostumbran tomar las decisiones más convenientes. Quienes no conocen se mueven en el ámbito de la incertidumbre, y de la incertidumbre pasan al miedo, que es el terreno donde los viles imponen las cadenas de la dependencia.
Fueron los hombres y mujeres mejor educados de Francia los que presentaron e impusieron las ideas que cambiaron el curso de la historia durante la Revolución de 1789. Los países pobres de Asia que a finales del siglo pasado dieron más importancia a la educación hoy son ricos e indispensables actores del mercado mundial.
En Latinoamérica, Chile, Argentina y Brasil están entre los más cercanos ejemplos de aplicación de esta fórmula que no falla.
Y si no falla ¿por qué un país pequeño y vulnerable como República Dominicana no termina de asumir la educación como la respuesta a sus principales problemas? Sencillo. La educación es poder, y el poder no se pide ni se regala. Se construye o se toma.
Los grupos que manejan las estructuras del Estado no necesitan una población mejor educada, porque sería una población más exigente, más atenta a las andanzas de sus representantes, que no iría a las urnas electorales motivada por una botella de ron ni por una funda de alimentos del programa de Asistencia Social de la Presidencia.
La educación mejora la condición humana, pero sus resultados no son tan concretos como las carreteras, los puentes y los elevados que suelen presentarse en las campañas. No es un árbol que dé frutos a corto plazo, como los preferidos por los oportunistas que abundan en el sistema de partidos de esta República de las Maravillas.
Nuestros gobernantes, caudillos sin caballos ni revólveres, no dedicarán sus mejores esfuerzos al sector educativo mientras tengan que saciar el hambre de sus organizaciones, de los partidos aliados, de la deuda externa y los organismos internacionales, y la suya propia. En esta lógica, el poder no se mantiene haciendo lo correcto, sino lo que es conveniente.
Por estas y otras tantas razones, la entrega de mayores recursos al sector educativo no será una decisión de la clase política nacional. Será una imposición de la ciudadanía consciente.
La gente tendrá que buscar la forma de obligar a que sus representantes prioricen la inversión en la fórmula que siempre trae el desarrollo de la mayoría como beneficio. La educación es distribución de poder.
Por Jhonatan Liriano
2 comentarios:
Exelente, que orgullosa me siento de leer este tipos de reflexiones, tan sencillamente realistas y acertadas.
Haz puesto el dedo en la llaga. Excelente artículo.
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