
Te contaré un cuento, Paquito, para que lo cuentes a tus amigos de la escuela, tengan o no tengan tus mismas inquietudes. Una vez,
un grupo de empresarios quiso instalar en el Municipio de las Maravillas una fábrica novedosísima y productivísima. “Chulísima”, decían algunos. Para ello mandaron a hacer costosos estudios sociológicos y geológicos, con los expertos más caros del mercado. El resultado: “
Ésta es una comunidad de muertos de hambre. Nadie se opondrá al proyecto porque generará empleos y traerá desarrollo. Además, no pueden enfrentarse a lo que no conocen. ¡Los pobres!, son tan ignorantes que cambiarían oro por espejos”. Una vez analizada la situación, los inversionistas
sobornaron a los funcionarios estatales para conseguir los terrenos, y se hicieron de unos cuantos medios de comunicación con el fin de promover “la obra del progreso”. “
Levantaremos una industria de cepillos de peluquines para políticos calvos. Tontamente inofensiva. Les daremos empleo a cambio de una materia prima que ustedes tienen de sobra”, prometieron a la gente. “¿Cuál materia prima?”, respondió el pueblo, deseoso de comenzar la faena. “¿Adió, las algas que están en el fondo del Lago Maravillano?”. “
Las algas del Lago... Trato hecho”, dijo la gente. Y la fábrica fue instalada. Inmediatamente el municipio comenzó a exportar cepillos para políticos calvos de todo el mundo. Los trabajadores no daban abasto a la demanda. La economía se dinamizó, porque los asalariados aumentaron su capacidad de consumo. Los ingresos fiscales se dispararon. El municipio de las Maravillas parecía encaminado por los senderos de las grandes ciudades, hasta que una mañana, después de misa, se presentó la tragedia. “
Coman huevo frito porque se acabó el pescado”, voceó un pescador a los munícipes molestos. “Imposible. Este pueblo nunca se ha quedado sin pescado. Es nuestro principal alimento. Queremos pescado, coño”, pronunció un maestro de escuela. La rebelión estaba a punto de producirse pero el pescador se encaramó en una mesa y dijo: “Los pescados que ustedes comen, comen pescados más pequeños. Y esos pescaditos se alimentan de las algas ahora empleadas en peines de políticos calvos. Es decir, no hay pescado porque no hay algas”. “Ehh.. entonces véndanos patos”, lanzó un periodista. “
El único pato de este pueblo es usted. Recuerde que esos pájaros comen pescado y si no hay pescado…”, contestó el pescador. “Bueno, bueno, nos conformaremos con víveres”, pronunció con voz queda el maestro. “Las cosechas se perdieron, porque entre las algas vivían bichos y los bichos eran el alimento de los renacuajos, que no consiguieron convertirse en ranas, animales que protegen a los víveres de las plagas de insectos. En pocas palabras, estamos jodidos por cambiar nuestras algas por empleo”, lamentó el pescador que no debes olvidar, querido Paquito. Sábado 06 de mayo.