“Los grandes espíritus son los que asocian las luces del intelecto con las magnificencias del corazón.” José Ingenieros.
Es un atrevimiento desconcertante, pero común. En esta sociedad “fabulesca” los seres envilecidos y envilecedores no se conforman con presidir los caminos de las sombras. Buscan con afán el reconocimiento público que corresponde a la virtud.
El ladrón reclama para sí el título del generoso. El
mediocre quiere desmontar las observaciones de la academia. Los manipuladores
se erigen como voces sinceras y objetivas. Y quienes se especializan en hundir
los principios fundamentales del colectivo insisten en presentarse como los
imprescindibles libertadores de la patria. Los dominicanos, sin lugar a dudas,
vivimos el tremendo “cambalache” descrito por Enrique Santos Discépolo en las
letras de aquel tango inmortal.
Sin embargo, para nuestro bien, para alimento de
nuestras esperanzas, las generaciones emergentes todavía podemos distinguir en
el escenario público a los hombres y mujeres de verdadera entereza, a quienes, sin
importar las circunstancias, persiguen el imperio de la justicia y el bien
general, esas dos hermosuras de la razón.
Huchi Lora, por ejemplo, es uno de esos casos de
clara y edificante trayectoria.
Los jóvenes periodistas podemos ver en él una
actitud que trasciende la mera función comunicativa para colocarse en el plano
de lo pedagógico. No asume las poses de la vanidad, ni rebusca en su amplio
bagaje cultural las palabras domingueras tan frecuentes en las voces mercantiles
de bajo vuelo. Habla, y, cuando habla,
monta sobre la palabra serena el debido argumento, el dato preciso.
Su exabrupto no es el de la soberbia ni el del
pasador de facturas. Es la reacción del espíritu que se indigna ante la
injusticia y el abuso de poder.
A Huchi Lora no se le notan las alteraciones del comunicador
interesado en alimentar pasiones o aumentar audiencia (que suelen ser la misma
cosa). Su práctica, insisto, más que comunicación parece hambre por enseñar,
por despertar las conciencias que nuestra escuela rota, precaria y olvidada no ha
podido despertar en la mayoría.
Desde la pantalla del televisor o por la radio podemos
observar cómo demuestra que el periodismo sí debe parcializarse… a favor de la
ley, de la ciencia, y de los más nobles principios de la vida en sociedad.
¿O acaso otro comunicador levantó más alto que él la
bandera (o la sombrilla) del 4%? ¿Alguien puede acusarlo de faltar a la ética
profesional o a la pluralidad de su público por ello? De ninguna manera. Frente
a la injusticia evidente la ambigüedad es refugio del cómplice y del cobarde. Y
Huchi es valiente, y claro. En su ejercicio se cumple la definición que una vez
hiciera el maestro polaco Ryszard Kapuscinski en la obra “Los cínicos no sirven
para este oficio”: para ser un buen periodista, ante todo, hay que ser un buen
ser humano.
Por estas y otras tantas razones, el miércoles
pasado Participación Ciudadana le hizo un reconocimiento público. Y yo, como
ciudadano y periodista agradecido de su ejemplo, me sumo a la iniciativa. Siento
que es justo y necesario, sobre todo ahora que los hijos de la penumbra intentan
secuestrar hasta los laureles del decoro.
Invito a hacer lo mismo. Levantemos, reconozcamos,
señalemos a viva voz, y por todos los medios posibles, a los hombres y mujeres que
luchan a diario por hacer de sus hogares, de sus vecindarios, de sus espacios
de trabajo y de toda la República Dominicana un lugar más justo, más digno.
@jhonatanliriano
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