Quiere volar. Y de algún modo vuela. Cierra los ojos, como para sentir el despegue en cada poro. Se deshace de las manos que intentan atarla a este mundo con caricias mortales. Descubre, toca las punzantes alas de su piel. Arde y navega en el delirio.
Yo la miro, temeroso de perderla entre las nubes. Ella aletea sin pensar en mí. Trina, y ya no se debe al mundo. Busca mientras trina las alturas de Dios. Es una paloma oscura que se hace fuego delante de mis ojos, testigos del milagro, y de mis manos, inutilizadas por su ascenso.
Cuando baja no recuerda las elevaciones. Regresa con el desconcierto de niña recién nacida. Yo no olvido porque la he contemplado sobre las nubes de la sensación. Es una mujer, pero una mujer que vuela.
Jhonatan Liriano
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