A veces, no siempre, nos permitimos ser la mitad de lo que
somos, dejando la puerta abierta a la posibilidad de no ser nada.
Por dentro identificamos el principio y lo amarramos a la
idea. Pero luego, Paquito, nos tragamos
la posición por no chocar con muros hechos
de amigos, compañeros de trabajo, familia u observadores que nunca compartirán
las acciones emanadas de nuestra conciencia. En esos casos recurrimos a la figura del comedimiento,
de la madurez o de la tolerancia para
justificar la escisión.
Paradoja. Por salvar
relaciones o cosas (¿algo más?), comenzamos a no ser, o a ser por la mitad. Es
cuando aquello que señalamos como la razón, como un paso libre y premeditado,
muere antes de convertirse en la luz que creemos imprescindible para la
construcción de una colectividad más justa, dirigida por la fuerza de la verdad
y el bien común.
Parecería que estuviéramos esperando mejores momentos, que sólo
se debe mostrar la entereza en circunstancias especiales. “Llegará la el tiempo
preciso, no te desesperes”, nos decimos, querido Paquito, pero ni siquiera
nosotros mismos tenemos fe en nuestras palabras. ¿Por qué, muchachillo? Porque
en esta realidad que intentamos describir y comprender nada surge de la nada. El
día en que podamos ser a plenitud sólo existirá cuando nosotros lo
construyamos. Por eso es tan preciso que nos dejemos de rodeos, de paños
tibios, de acomodamientos, de lavados de conciencia, y comencemos a ser en
todas partes, en todo momento, sin miedo a las consecuencias.
Al final ganaremos de todos modos, porque habremos sido lo
que libremente decidimos ser, y no una voz quejona que se dejó arrastrar por el
dictamen de una realidad diseñada a imagen y conveniencia de unos cuantos
perversos y perversas. Ya es hora, Paquito. Seamos, con la mente y el corazón abiertos
a las implicaciones.
Jhonatan Liriano
2 comentarios:
Excelente. Me ha encantado tu blog. Felicidades.
Estoy totalmente de acuerdo con tus comentarios.
Con fe y disposición se logran los grandes cambios.
Sandra
Felicitaciones, muy bueno
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