viernes, 24 de septiembre de 2010

No me gusta el trabajo

No me gusta el trabajo cuando, después de un largo trayecto de forzada existencia, deja al pobre trabajador en la indigna pobreza. 

Debe llamarse maldición y no desarrollo el canje de cinco días y medio de pasivo sometimiento por la mala comida y el pasaje contado. 


Aborrezco el trabajo cuando Paquito, que es un mulo hasta las 7:00 o las 8:00 de la noche, se acerca al hogar con la sonrisa divida entre el saludo y el miedo  al dolor insistente que le dobla la espalda. 

“Las operaciones y la medicina son muy caras y el seguro nada más te cubre una parte. Los padres de familia no debemos enfermarnos”, me dice, en tono de estrategia porque no le gusta quejarse, mucho menos si está delante de los muchachos. “Con la piña tan agria la queja no ayuda”.
Es desgracia el trabajo que enriquece a los viles, mientras los rectos se quedan con los tragos amargos de la indignación.
En este pedazo de isla cerca del 75% de los empleados obtiene menos de 16 mil pesos por alquilarse durante un mes completo. En la cifra están incluidos miles de guardianes de seguridad y abogados, ingenieros eléctricos y plomeros, recepcionistas telefónicos y contadores, médicos, policías y militares. Desde la “vida digna” ninguno puede acceder a la famosa canasta familiar, cuyo costo superó hace mucho los 20 mil pesos. En esas condiciones el trabajo no mejora la existencia, sino que alarga la grisácea sobrevivencia. 


¿Por qué no decirlo? No me gusta el trabajo que, con el paso de los días, aumenta tus capacidades y por razones biológicas merma las mías y las de los míos. Es un acto que a veces me parece al suicidio.

Sé de tus afanosos intentos de hacer a tu empresa mucho más competitiva, pero no puedo aceptar una carrera que coloca al producto por encima de mí. También sé que no estás dispuesto a modificar una relación que te da el beneficio y mantiene a los tuyos, pero, por ahora, debo decirte con toda sinceridad que no eres tan bueno, que no me siento cómodo, y que no tengo intención de ser víctima. 

Jhonatan Liriano
24 de septiembre del 2010
Paquito